¿Qué hacemos con el deseo? ¿Cómo la sociedad educa en sexualidad? ¿Cómo la represión en la infancia del deseo sexual capa y conforma a las personas en su vida adulta? Estas y muchas más son las preguntas que Elena Martín (Barcelona, 1992) formula en su última creación: Creatura. Un valiente retrato sobre tabúes que conviven entre nosotros, que afectan a nuestras relaciones personales y que determinan la relación con nuestro cuerpo y nuestro ser.
Su estreno en salas el pasado viernes parece caído del cielo, no ha podido tener mejor “timing”, en una vuelta del verano marcada por el cuestionamiento de roles, la revisión del poder de los líderes y la necesidad del establecimiento de límites, Elena Martín viene a hablarnos de sexo, de represión, de educación, de deseo, de tabúes, de necesidad de amor.
Ella misma encarna a su protagonista, Mila, una joven que, debido a un bloqueo en la relación sexual con su pareja y al llegar a la casa donde pasaba los veranos de su niñez, revisa su adolescencia e infancia en un viaje extraordinario por la educación, los roles familiares, la falta de comunicación y los instintos más animales del ser humano.
¿Qué hacer con una niña a la que le “bota” la vulva? ¿Qué hacer con el despertar sexual de un niño? ¿Qué hacemos como sociedad, familia con el deseo? En esta cinta, la primera española en conseguir el premio Europa Cinemas Cannes Label a la Mejor Película Europea en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, la joven cineasta pone de relieve estas cuestiones, abriendo la caja de pandora de un pasado que ha marcado y sigue marcando generaciones.
A través de situaciones incómodas y con la urticaria como genial recurso para mostrar la somatización de la represión, la realizadora catalana bucea por las entrañas de una mujer que, superada por sus miedos y ansiedades, se ve obligada a mirar a atrás y buscar preguntas en su pasado para encontrar respuestas a su presente.
Fotograma de Creatura
Claves para ello son la relación con su pareja, interpretada por Oriol Pla, un joven desbordado ante la falta de entendimiento y con su padre, al que da vida un siempre impecable Álex Brendemühl, acechado por la sombra del incesto y preocupado por la reputación de su hija. A ellos les acompañan un gran elenco de actores de la escena catalana como Clara Segura, que se mete en las carnes de una madre abrumada ante el rechazo de su hija, Clàudia Malagelada y la pequeña Mila Borràs, claves en este viaje hacia un reencuentro interior que hacen de Mila en su etapa adolescente y en los primeros años de vida.
Con un guion de Elena Martín escrito a cuatro manos junto a la también cineasta catalana Clara Roquet (Barcelona, 1988), autora de otros exquisitos títulos como 10.000 Km, Petra, Los días que vendrán o Libertad, habla de cómo las secuelas se pueden colar en el ser aun cuando no se haya vivido un hecho traumático y de cómo la represión puede convivir en una familia donde ha habido educación y cariño. Muchos echarán en falta un origen traumático para tanto desequilibrio en su protagonista otros terminarán sus 112 minutos de duración intentando buscar la explicación de ese sarpullido que sale tanto de la piel como de la boca y las entrañas de esta mujer adulta, pero no lo hay o, al menos, no explícitamente y ahí radica la maestría de esta joven directora para tratar de forma tan sutil y poética un tema tan complejo en el que el agua aparece como elemento purificador.
Haciendo uso del flashback, Martín relata el paisaje de una vida entera en la que no faltan el rechazo ante lo incómodo, el deseo, la complacencia con los cuerpos masculinos, los referentes absolutamente fallidos de la pornografía, los juicios por dar rienda suelta a los instintos más animales, la imagen ante los demás, los límites entre el cariño y lo sexual o la incapacidad para entenderse y entender al otro.
Al igual que ya hizo en su delicada ópera prima Júlia ist (2017), un retrato sobre las sombras de una joven de Erasmus, Elena Martín vuelve a hablar con mucha verdad, tratando temas importantes desde la autenticidad, quitando el velo a sombras, sacando a la luz aspectos incómodos, dando voz a protagonistas que buscan el amor y la comunicación para desbloquear el sufrimiento. Temas que interesan a esta directora y también actriz, que ya se puso ante las cámaras para tratar un tema similar en el exitoso cortometraje Suc de Síndria (2019).
Fotograma de Creatura
Bravo por Elena Martín, por hacer un cine muy necesario para seguir profundizando en temas que duelen, desempolvar rincones ocultos y poner luz y foco sobre temas que arrinconamos pero que no por ello dejan de estar o tienen repercusión sobre nosotros. Bravo por hacer un nuevo cine, arriesgado, valiente, por tratar temáticas nuevas de una forma tan sensible, por poner voz a una nueva generación, por poner, además, el cuerpo para hablar de asuntos no hablados que atañen a las mujeres y por llevar el arte a su máxima expresión, transformando a partir de lo más íntimo y haciéndolo de una forma bella.
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