Seis historias de personajes solitarios, de encuentros esperanzadores o conflictivos, historias que en ocasiones se rozan, unidos por la lluvia, la noche y la Ciudad de México. El mexicano Rodrigo García ha dirigido la película Lluvia, presentada a la sección oficial del Festival de Málaga, una cinta coral que se aleja de la imagen calurosa y bulliciosa de esa ciudad, para ofrecer un lado solitario y frío. Por la pantalla desfila un taxista al que le cambia la vida un cliente de forma cruel; una profesora con problemas mentales que pierde sus pastillas en un robo y su ex alumno, un delincuente de poca monta; un herido que llega al hospital y le pide a una enfermera que le ayude en sus trapicheos; una joven japonesa que parece a punto de suicidarse; una pareja con problemas que socorre a un hombre herido, y una prostituta que se reencuentra con su pasado.
¿Por qué la lluvia está tan presente en todo momento?
La película obviamente sucede en la Ciudad de México, que es una de las ciudades en la que más llueve, la tercera ciudad que más llueve en el mundo. Las épocas de lluvias para los mexicanos son conflictivas porque hay inundaciones, se generan catástrofes naturales cada año y, sin embargo, nunca estamos preparados para eso. Nunca llevamos un paraguas, nunca llevamos una chaqueta que nos ayude a cubrirnos de la lluvia. Y un poco a los personajes les pasa eso. No están preparados para lo que van a vivir en esos días de rutina. Al ser una historia coral, la lluvia me ayudaba a usarla como metáfora de que cada gotita es una de las historias y cuando ves las gotas en conjunto, pues forman esa lluvia que los acompaña. Y también tenía otro elemento interesante, que era que la lluvia cuando estás alegre, genera alegría; cuando estás triste, genera tristeza; cuando estás melancólico te da más melancolía. Ayudaba un poco acompañar el estado de ánimo de estos personajes.
Una escena de la película ‘Lluvia’
Aunque hay escenas de día, casi toda transcurre por la noche. ¿Por algún motivo especial?
La historia se plantea un poco así. Era más nocturna porque los personajes tenían un poco más esa orientación de trabajo. Básicamente el oficio dictaba el día, empezábamos al atardecer y acabamos al amanecer. Es un poco como la cronología que queríamos y me gustaba mucho también reflejar esa noche de la Ciudad de México, distinta un poco de lo que usualmente vemos. Las localizaciones fueron muy importantes. Me seducía también un poco visualmente el uso de la noche.
Siempre está esa imagen de Ciudad de México como una ciudad calurosa y bulliciosa y aquí apuesta por historias de gente solitaria, incluso cuando aparecen en pareja.
Efectivamente, la Ciudad de México tiene esos contrastes. Pero en la noche, desafortunadamente por la diferencia social y el abismo tan dramático que existe, es poco transitada. En la noche es muy solitaria contra lo que uno pensaría habiendo tantos habitantes. La gente no sale, no camina. Por obvias razones, porque también hay un tema de delincuencia importante. Me parecía interesante contrastarlo y no caer en el en el denominador común de cómo vemos la Ciudad de México.
¿De ahí la importancia de las localizaciones?
Las localizaciones que se ven generalmente nunca han sido filmadas, o sea, son donde realmente podrían vivir estos personajes. Yo hice un trabajo de ver dónde puede vivir este personaje, donde se movería, donde trabajaría. Ese tipo de exploración me fue llevando un poco a tomar esa decisión también de que fuese de noche y de que fueran en esas localizaciones.
¿Qué una a las historias que narra la película?
Yo creo que la lluvia, que es el cobijo, aunque en realidad lo que une todo son los encuentros y desencuentros, la condición humana, estar abierto a vivir experiencias que son en apariencia simples. Pero en esa simpleza está la complejidad, el encuentro, las cosas que uno tiene guardado. Hay una historia que habla un poco más de la empatía, la otra habla de una pérdida, la otra de una sensación como de asfixia… Tienen muchos elementos que exploran algo que a mí me interesaba mucho, ver al ser humano en distintos matices. Y traté de que las unieran dos personajes básicos, que son la lluvia y la ciudad.
Una escena de la película ‘Lluvia’
Son personajes marginales, no es que estén tirados en la calle, pero son personas en las orillas de sus respectivos entornos. ¿Qué ha encontrado en ellos?
Es imposible cerrar los ojos ante una realidad. Si bien son personajes que no es efectivamente el que está tirado en la calle, que desafortunadamente hay muchos, sí hay un delincuente que probablemente él hubiese querido seguir estudiando y haber vivido esas experiencias desde otro punto de vista, pero la vida lo orilló a eso. Es una película que también habla mucho de las mujeres que trabajan y tenía mucho interés en reflejar lo que en México muy pocas veces se cuenta, que las mujeres se parten el lomo en turnos de noche o hay una prostituta que evidentemente no quiere dedicarse a eso, que se está cagando de frío y lo tiene que hacer por necesidad. Pero también dentro de toda esa oscuridad, hay momentos luminosos, como todo en la vida. Y en el cine mexicano me había costado enfrentarme a eso, porque siempre estamos como del lado oscuro, enseñando una pornomiseria, que no digo que no exista, que no cierro los ojos, pero también hay otro tipo de historias. Hay que darle voz a estos personajes, a la gente que todos los días sale a trabajar.
¿Cómo ve ahora el cine mexicano?
El cine mexicano está pasando ya desde hace unos años un momento fantástico en términos de creación. Tiene un gran problema, que, a diferencia del cine español, la gente no va a verlo. El cine mexicano se ve afuera, en los festivales, pero no consumimos cine local. Y eso a pesar de que ves a estos tres titanes que están en todos los premios, pero eso ya no es cine mexicano, evidentemente obedece a otro tipo de industria. Hay creadores muy talentosos, pero es un país de las óperas primas. Cuesta mucho volver a repetir la experiencia y como no hay consumo local, es complejo que haya este circuito. Yo vivo ahora en Madrid y me emocionó mucho que fui ir a ver Un amor, de Isabel Coixet, y no encontré boleto. Es maravilloso, me encantaría que en algún punto llegásemos a eso y con público de todo tipo. En España hay una afición y un respeto al cine muy grande que desafortunadamente nosotros no tenemos. Pero por otro lado tenemos muchas historias que contar, gente muy talentosa y técnicos brillantes.
México siempre da la sensación de ser un país muy creativo en cine, música, arte o literatura. ¿Esta imagen responde a la realidad?
Es un país muy vibrante, que siempre ha dado pintores, escritores en todos los ramos, artistas, científicos. Al ser un país también tan grande y al lado del monstruo del que nos tocó estar, siempre nos achicamos. Difícilmente tenemos esta sensación de estar orgullosos de lo que hacemos, siempre es como estar ante el ojo de alguien que te está mirando desde al lado. Es muy triste porque realmente yo estoy seguro de que con este tipo de historias, si la gente tuviera oportunidad de ir al cine y abrirse, engancharía porque se van a ver reflejados en muchas de las cosas. También otra cosa que debo mencionar es que el cine es un lujo en México, porque pagar un boleto ya significa verdaderamente un lujo importante para la gente que tiene un sueldo medio. Además, tenemos esta influencia publicitaria de las películas americanas que constantemente nos bombardean y con las que obviamente no hay manera de competir.
Una escena de la película ‘Lluvia’
Estudió cine en varios países.
Yo estudié cine primero en México, luego en Estados Unidos y después en Cuba.
¿Qué ha aprendido de cada uno de ellos?
Pues fue experiencia de vida, no fue como doctor. La Escuela de México es una escuela increíble, fantástica, que te permite experimentar entre todos los ángulos habidos y por haber con profesores muy comprometidos. En Nueva York me enfrenté a una industria totalmente distinta, a una escuela muy prestigiosa, con maestros muy rigurosos, y ahí yo ya hice una maestría. Y en Cuba viví una experiencia, me atrevería a decir más de vida que de cine, la idea de suplir recursos con creatividad, de la alegría con la que enfrentan la vida aún estando en condiciones muy poco favorables. El amor que tienen en Cuba por el cine es increíble. Tienen un orgullo de ir a ver el cine a la sala con un sonido de mierda porque las condiciones no son buenas. Ahora ha cambiado un poco, pero era terrible en esa época, cuando estaba allá no entendía la mitad de la película. Se oía el proyector más que los diálogos, pero fue una experiencia de vida para mí enriquecedora.
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