“Todo síntoma es una metáfora”, decía Lacan. Dicen los síntomas, de Bárbara Blasco (Valencia, 1972), es otra, afilada, tierna, irónica, esperanzadora de ese “lugar sosegadamente hostil”, como ella misma define, que es la realidad. Su última novela, reconocida con el Premio Tusquets Editores de Novela 2020, es una buena dosis de anestesia ante lo que duele que no se puede más que devorar. En ella habla sin pelos en la lengua sobre la enfermedad, lo que dice el cuerpo que la lengua no es capaz de articular, la hipocresía que se mama en el núcleo familiar, los nudos que se arrastran y lo bien que sienta el humor ácido para disfrazar la tristeza, entre otras cosas. En esta entrevista que sigue, ella misma cuenta más.
Advertencia: contiene spoilers.
Dicen los síntomas es un continuo disparo de dardos, que no deja al espectador aburrirse ni un minuto.
Mi idea es esa, no perder de vista que un libro tiene que enganchar, aunque es verdad que eso es un poco de bestseller y parece que tiene poco prestigio literario, pero a mí no me importa nada, me gusta que un libro no lo puedas soltar, meterle un poquito de esa droguita si se puede y calidad también. Yo lo intento, toda la que tengo, la intento meter.
Tu libro ha servido de alivio contra el dolor para muchos.
Pues la verdad es que me encanta cuando me lo dicen. Nadie me lo ha dicho así, sí que algunos lectores me han escrito que les ha supuesto alguna luz, un pequeño alivio y me parece precioso porque a mí la literatura también me alivia. Siempre digo que la literatura no cura, ni la escritura, ni la lectura, pero alivia y hacen el mundo un poquito más llevadero y más leve. A veces, pensar que hay personas que pasan por algo parecido a lo que te pasa a ti o con las que conectas de alguna manera con su sufrimiento hace que ese sufrimiento se haga más ligero, el llevarlo entre muchos. Creo que esa es una de las grandes virtudes de la literatura, la empatía que muchas veces se produce a partir de los textos.
Es muy reconfortante cuando un personaje pone en su boca tus pensamientos o atraviesa situaciones similares. Es esperanzador.
Esto es personal, de modos de ver la vida, pero creo que cuando metes un dramón y haces sufrir mucho al personaje, al final tiene que haber una salida, una luz. Lars Von Trier es el único que se caga en esto y le da igual, los personajes sufren y sufren y al final, sufren también. Y me encanta ese director, pero creo que debe haber un equilibrio y al final del drama, hay una esperanza.
¿De dónde te surge este interés por el dolor, la enfermedad, los síntomas? ¿En qué momento de tu vida surge la necesidad de escribir este libro? ¿Ha tenido que ver la pandemia?
No, porque está escrito bastante antes. Tardé en publicar porque soy un poco vaga y hago otras cosas mientras escribo, entonces me cuesta un poco. Supongo que es porque tuve una enfermedad y a partir de entonces empecé a fijarme más en cómo te cambia la visión a partir de eso. Siempre parto de alguna realidad, mis historias están conectadas con algo que me preocupa en mi vida diaria, pero luego ya empiezo a imaginar y a mezclar cosas, lo agito todo, meto algún elemento secreto y luego da lo que da. La novela me ha sorprendido hasta a mí porque tampoco es lo que esperaba. Pero notaba esa falta, esa visión de la enfermedad que parece que sea algo cenizo o poco novelable muchas veces. Cuando he estado enferma la visión del mundo que me da justo es muy literaria. Creo que en casi todas las buenas historias tiene que respirar la muerte de alguna manera, su cercanía, el hecho de que pueda pasar. Me parecía bien hacer de la enfermedad el tema central, poner la enfermedad, el cuerpo y el deterioro en primer plano.
También hay muchas referencias a libros y autores como Lacan, Susan Sontag… imagino que hay una investigación detrás, ¿surge con motivo del libro o porque ya tenías ese interés previamente?
La verdad es que no lo sé. Suelo decir que cuando estás escribiendo una novela casi como que te mudas a ella, forma parte de tu vida y casi lo que le interesa a mi personaje, me interesa a mí. Como estoy escribiendo sobre eso, cualquier cosa me interesa. Pero no es un proceso que diga: “tengo que documentarme”, sino que sucede de una manera bastante natural que, de pronto, me interesa poner el foco ahí. Es como cuando estás embarazada y solo ves embarazadas. Cualquier cosa te llama la atención porque tienes el radar puesto en eso.
Creo que, inevitablemente, las situaciones que cada lector vive también le conducen a tu libro porque se ven muchos títulos, pero a este uno/a se agarra.
Yo creo que hablamos poco. Hay una cantidad de cosas de las que se habla todavía poco y parece mentira, o se habla poco o se habla mal. Con tópicos, con ciertos prejuicios. Igual que cuando vas a tener un hijo que no te cuentan lo que realmente es, está todo envuelto, igual que con la familia. Se tratan las relaciones familiares siempre desde la idealización. La enfermedad no se trata desde la idealización, pero es como que no queremos verla y yo precisamente necesitaba deshacer esos nudos y poder hablarla con naturalidad. Que podamos decir: tengo un tumor. Hoy en día la mayor parte se curan o una gran parte. Que lo vivamos con otra perspectiva sí me parecía importante.
Al igual que con la enfermedad, con todo (la famila, las relaciones, etc.), si se hablara más de lo negativo también ayudaría, sería más fácil vivir, ¿no crees?
El suicidio. Si habláramos de: “pues hoy tengo ganas de morirme” y se pudiera decir: “ah, pues yo también”, no lo llevaríamos todos tan mal. Igual a la hora de dar el paso no lo darían tanto. O, incluso, para prevenir. Pero no, parece que hay como un velo que cae: «está enfermo, tiene un cáncer». Parece que te obligan casi a encerrarte porque no es agradable de ver. Intenté construir un personaje que pretende ir en contra de toda esa apariencia.
El lenguaje que utilizas en ella y la propia historia en sí es políticamente incorrecta, ¿buscabas incomodar al lector?
El personaje está mal, de tanto sufrir necesita desesperadamente la verdad por haber pasado tanto tiempo sujeta a esa mentira familiar. Es verdad que igual se exagera un poco. Directamente no me lo han dicho, pero sí que hay ciertas opiniones de “ese libro es horrible, qué personaje más chabacano, qué horror”. Y es por esas ganas de provocar también del personaje, pero no de forma gratuita, creo que tiene motivos para querer poner una bomba en toda esa apariencia, es una mentira que ha vivido la familia y que le ha costado a ella un precio muy grande: creerlos, adaptarse a esa mentira. Es no quererse ella y no gustarse nada de lo que hace. Quiere poner una bomba en todo eso, en los prejuicios, en los clichés, en lo que no es verdad ya. En cómo mantienen la fachada cuando todo por dentro está podrido, los cimientos están podridos, por eso es así un poco bestia. Pero es buena chica (se ríe).
Ella dice en un momento dado algo así como que la hipocresía se huele desde lejos en las familias bien.
Sucede, no tanto en la gente humilde, pero sí en la clase media y alta. La costumbre de la hipocresía se mama desde muy pequeño y se va transmitiendo de padres a hijos esa tradición de la mentira y la ocultación de muchas cosas. Y si tienes la suerte de entrar en eso, como su hermana, que le parece bien y, además, es la favorecida, bien, pero como te toque ser un poco oveja negra, por esa rebeldía ante tanta falsedad, pues realmente eres muy desgraciada. Esto es el final de esa vida de apariencia.
El lenguaje, la historia en sí son políticamente incorrectas, ¿cómo crees que se asimila o si ya lo estás conociendo este libro en tiempos del “Me too”?
No me han llegado demasiadas cosas relativas al tratamiento de la mujer. Solo una periodista argentina me preguntó: ¿hay algo feminista en ese personaje, en la forma en que habla de Picasso, esa rabia que tiene contra lo que hizo él en su vida más personal? Yo creo que sí, que, entre otras vendas que se le han caído, está también la que tiene que ver con el machismo, con cómo hemos ido las mujeres en el tiempo abriendo los ojos a determinadas cosas, creo que ya no queda ninguna que no vea lo que ha pasado, que no lo ponga en su sitio, que no haga una lectura de cómo hemos vivido todo: la sexualidad, los abusos… y estas cosas que pasaban de una manera absolutamente natural, pero que hoy ya no nos parecen naturales. Creo que es un personaje de su tiempo, no puedo construir un personaje femenino actual que no haya pasado por este proceso, todos hemos llegado a estas conclusiones, ¿cómo no hemos visto antes esto? En ese sentido, Virginia también se ha dado cuenta. Plantea algo un poquito cuestionable en el sentido de cómo ella quiere quedarse embarazada. Lo pretende porque su cuerpo lo permite. Su género le da la posibilidad de poder decir, pues mira, yo no hace falta ni que vaya a un banco, follo con un tío, no le digo nada y si se lo cree, quiere confiar y él no toma precauciones, pues es su problema. Es posible, no sé si es moralmente aceptable. Yo no sé si lo haría, pero desde luego, es posible.
Virginia es un personaje que está muy necesitado, ¿no?
Sí, me interesa también mucho eso, el que no perdiera la capacidad, está muy sola en el mundo y entonces está necesitada, pero eso no la hace débil femeninamente hablando, no es porque sea femenina es porque todos necesitamos. Una mujer no necesita más a un hombre, una mujer necesita lo mismo, el amor de una mujer o de un hombre o de lo que sea. Yo creo que, a veces, negando eso o pretendiendo ser una mujer muy feminista estamos, a veces, negando lo básico, que es que todos queremos amor y lo necesitamos. Y ella, por supuesto, también. No cualquier amor, pero, claro que sí, no se trata de soledad a cambio, no aguanto a ningún imbécil, vale, pero yo no quiero estar sola, no quiero someterme a nadie, vale, pero no quiero estar sola. Que solo haya esas dos alternativas no me parece bien, que debamos transmitir esa idea. El amor sigue siendo maravilloso y estupendo desde la igualdad y el extraño se lo dice, el reconocer es la palabra más hermosa y para que fluya el amor yo creo que tiene que haber una empatía y una igualdad sino es otra cosa. De abajo a arriba no llega y de arriba abajo se estampa. Sí que tiene que estar equilibrado.
¿Ella se enamora de él o es su deseo imparable de ser madre?
Yo estoy convencida de que se enamora. Lo último que está pensando es en tener un hijo. Cuando se queda embarazada ya ni se lo plantea. Es como de otro mundo. Esa idea era un poco para joder al padre, para matar la soledad esa tan grande que tenía, pero en el momento en el que todo eso desaparece, llega el amor, ni siquiera está pensando en tener un hijo, al menos conscientemente. Mi idea era esa, pero las historias luego son de quien las lee también. Cada uno que lo interprete como quiera, como no se dice.
Ese humor tan ácido de ella, esa forma tan sarcástica que tiene de hablar, ¿en el fondo es tragedia?
Hay gente que dice que tiene mucho humor, mucho yo tampoco lo veo, pero sí que tiene esa ironía, que para mí está muy relacionada con el momento en el que vive. Es un poco circular esto, de tanta tragedia empieza a ser divertido y luego llegará un momento en el que vuelve a ser trágico. Pero está en ese punto en el que cambia de lo trágico a que le da todo igual. Llega un momento en el que sufres tanto, en el que se hace un clic y entonces empieza a haber cierto humor en situaciones concretas. Me apetecía, aparte de por no ser demasiado coñazo (muerte, enfermedad…), pensé que ese tema no puedo tratarlo en plan dramático, porque sino todo el mundo va a huir. Por lo menos darle un poco de humor, pero sí que me apetecía que en una misma novela hubiera esa variedad, es más ácido, más trágico, más ensayístico y más romántico casi al final. Me gustaba ver si podía ir haciendo los cambios y que no pasaba nada. Se puede, en la novela se puede hacer todo.
Sí y lo consigues. También es de resaltar cómo, poco a poco, el lector va conociendo a los personajes e, incluso, haces que empatice con ellos en las situaciones más extrañas y antieróticas. Todo ese arco que experimentan los personajes, esa transformación, se vive.
La bata del hospital es lo más poco erótico y la cuña. Y la edad. Es un poco la idea de tiene que ser amor lo que siente ella por él porque si no, ¿qué va a ser? Porque si no es nada aparente, tiene que ser verdad. Justo lo contrario de la familia, por eso está ahí puesto el extraño. Yo tampoco sabía lo que iba a pasar, escribo las novelas a ciegas, hay alguna intuición que va delante, en seguida lo vi que se iban a liar, pero al principio ni siquiera puse al extraño para que se liaran, no sabía para qué estaba, se murió la señora y vino un extraño y ya enseguida empezaron ellos allí a entenderse a mis espaldas. Así que dije, bueno, pues nada, voy a dejar que lo hagan.
¿Crees que la literatura es el único lugar en el que se permiten o se aceptan esas contradicciones de las que hemos hablado, esas rarezas del ser humano o esos sentimientos que son más inconfesables? ¿La usas para ello?
Para mí sí. Para mí la literatura es un espacio en el que, en esta sociedad en la que estamos cada vez más frenéticos, más polarizados y que cada vez nos obligan más a tener que elegir entre algo binario (conmigo o contra mí y sin matices), veo que, justamente, la literatura es el terreno en el que poder aportar esa reflexión un poco más serena y esos matices. Poder comprender hasta a un pederasta si hace falta, no para justificarlo sino para comprenderlo. Para comprender, para prevenir ciertas cosas, para entender simplemente, para ver a la gente por dentro porque todos somos complejos. Es interesante mostrar esa complejidad, no resumirlo todo en un tweet, me gusta o no me gusta, que es a lo que nos lleva este exceso también de información y de todo lo que consumimos, tenemos que posicionarnos. Es más necesaria que nunca la literatura, las historias que nos ayuden a comprender que no es ni blanco ni negro, las razones de cada personaje, que son complejas.
Virginia en un momento dado habla de la relación entre cursilería y crueldad, que, a mayor dosis de cursilería, mayor crueldad, ¿crees que es así?
Mi experiencia es que sí, se lo he puesto a Virginia, pero te puedo decir que yo pienso lo mismo. Lo que veo en las redes es gente que es cursi, pero luego se descubre tremendamente cruel, que es capaz de insultar y de decir cosas impresionantes. Yo pienso: no soy ni la mitad de cursi, pero tampoco soy la mitad de cruel (risas).
¿Cómo ha sido recibir el premio Tusquets? ¿Crees que sin él tu novela habría llegado a ser tan conocida?
Qué va, para nada, tengo otras dos novelas y han sido nada, miseria y compañía y han llegado a poco público. La verdad es que ha sido muy bonito porque ya no quedan premios que puedas presentar y ganar así. Están casi todos hablados, unos con gente de calidad y otros que se han tirado a lo comercial, a ver cuántos seguidores tienen en Instagram. Ha sido una sorpresa y estoy muy contenta con Tusquets, con el editor, con todo el equipo. Pero, sobre todo, porque nos entendemos a la hora de trabajar, me siento muy querida allí, aprecian el trabajo, además no me conocían de nada y me lo han dado. Y he llegado a lectores que sin el premio no habría llegado, lo tengo clarísimo. Yo soy la misma, la última novela creo que ya me quedó bastante bien, aceptable, como esta, y podría haber tenido cierto recorrido y no lo ha tenido porque estaba publicada en una editorial muy pequeña, que no tiene dinero para promoción, que no tiene una buena distribución tampoco. Entonces sí, hay una parte que tiene que ver con el premio y con la editorial. También es verdad que hay gente que desconfía de los premios, con razón, porque no saben si van a encontrar lo que venden porque es cierto que hay veces que no responden solo a cuestiones de descubrir voces o de apostar por algo literario sino más a cuestiones de marketing.
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