Uno, cuando es de costumbres fijas, es difícil que incluso los elementos medien para cambiarle la conducta. Suelo llegar tarde a los conciertos, a todos y cada uno de ellos, y les explico brevemente el porqué con un ejemplo: supongo que cada uno de ustedes tiene un amigo/a que siempre y por costumbre llega tarde a los encuentros que previamente han pactado, vía whatsapp u otra herramienta o canal que los ayude a ponerse de acuerdo sobre sitio, hora y ciudad.
Pues bien, teniendo en cuenta esto último, saben de antemano que su colega llegará tarde, por lo que deciden retrasar su llegada el tiempo considerable que estiman que su compañero/a tardará en llegar. Probablemente esta decisión venga derivada de un largo historial de minutos vacíos – tediosos – esperando a su acompañante/a.
Algo parecido le pasa a uno con los conciertos en directo, ¿Para qué llegar a la hora estipulada de inicio si se sabe que al menos tardará media hora o una hora en empezar a tocar el susodicho o los susodichos?
Este caso es diferente, porque aunque rockero, Quique González es de empezar relativamente puntual.
Podemos hacer conjeturas de lo que ocurre en un backstage antes de que se inicie un recital y podemos elucubrar sobre los porqués de la demora, todos ciertos e inciertos. El caso es que a veces vuestro amigo/a puede llegar a la cita pactada puntual y un concierto puede empezar tan solo con diez o quince minutos de retraso, en el primer caso se descubrirán como impuntuales y en el segundo se perderán parte del espectáculo.
Cuando uno llega a una sala de conciertos y hay una cola relativamente larga quiere decir: o bien que el concierto es esperado, o sea, causa expectación de un público, o bien que usted ha llegado demasiado pronto, por una vez sentí algo distinto, el gozo de ser puntual.
Quique González tocó en la nueva Copera de Granada inmerso ya en la gira de su último disco Me mata si me necesitas, un disco «policiaco”, “negronovelado” y “negrocinematográfico” – creo palabros, me persigue la RAE desde hace tiempo – inspirado en experiencias personales duras como el viaje de vuelta de un padre. Y es que como a muchos os pasará, como en la casa de nuestros padres no se está en ningún lado, y de eso trata la última pista de su último trabajo, La casa de mis padres, interpretada ya avanzado el concierto a poco de interpretar los bises, momento en que todo el que ocupaba con su espacio un trocito de sala estaba entregado al rock tan personal de González.
Pero empecemos por el principio, por parecer desordenados. Escenario salido de un filme detectivesco para dar comienzo al concierto – el quinto de la gira de presentación del disco, que incorpora a Los detectives, es decir, a la banda – que empezó con Los detectives, un tema pausado y apoyado en el rasgueo de la acústica de Quique con una instrumentación tremenda para seguir con Se estrechan en el corazón y toda la retahíla de canciones de su último trabajo – el décimo, si no me fallan las cuentas – y además, sin parar, cambiando de guitarra acústica de vez en cuando y pasando a la eléctrica para hacer el sonido más pesado y ruidoso, todo ello acompañado del violín, guitarras y mandolina de Edu Ortega, no es por desmerecer al resto de los músicos, pero la presencia y el sonido de éste destacaba.
Quique González.Sala Industrial Copera (Granada)
Entonces fue cuando Quique decidió volver a Salitre 48, su segundo disco, del que se cumplen 15 años, e interpretó para gozo y regocijo del público Salitre y La ciudad del viento, el público ya no cabía dentro de sí. Era palpable, los vítores y aplausos, aparte de multiplicarse se hicieron más sonoros.
Antes de que llegara Pequeño Rock and Roll de su Pájaros Mojados me quiero detener a describir al público que durante toda la noche se mecía al vaivén de la armonía del las piedras. No es que me sorprenda, pero en una sala grande caben muchas personas, pero además que quepa también el espacio personal de cada una de ellas es algo de agradecer, se entiende: rock and roll y comodidad como conceptos dispares, pero esa noche “habíalos” ambos y hermanados.
El público: bueno, entregado, gozoso, exultante en ocasiones, vivo, expectante, ageneracional y atemporal, en parejas o en grupos de “groupies” – el rock and roll, ya se sabe -, dichoso, feliz, voraz, respetuoso y algún “ole tu polla, Quique” y “eres el mejor” se escucharon también.
Permiso para aterrizar antes y Avenidas de tu corazón después, luego los bises y Kamikazes enamorados, despedida y saliendo todos ordenadamente; menos mal, ser puntual tiene sus ventajas, me hubiera molestado haberme perdido algo de rock and roll.
Fotografías: Luis Melgar Blesa
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